En el mundo de la planificación financiera para la jubilación se impone el enfoque del “Ciclo de Vida” es decir, la consideración explícita de un marco vital de planificación financiera en el que destaca el momento de la jubilación como un “momento bisagra”, un antes y un después que, a lo sumo, hay que visualizar con nitidez porque hasta ese momento se ha estado, por así decirlo, acumulando y a partir de ese momento hay que “desacumular”.
De hecho, en muchas entidades que se dedican profesionalmente a la gestión de activos previsionales, o a la producción o la venta de los vehículos que permiten realizar estas dos operaciones básicas antes y después de la jubilación existen divisiones de negocio separadas. Lo que es una clara muestra de una concepción tradicional del negocio previsional.
El enfoque del Ciclo de Vida implica orientar las decisiones financieras de primera hora, tras la entrada a la vida laboral o, incluso antes, hacia las necesidades que se nos puedan presentar una vez jubilados y cuando, seguramente, seremos mayoritariamente dependientes de las prestaciones económicas de la Seguridad Social. En nuestro país, estas prestaciones son abrumadoramente dominantes en las rentas de los trabajadores tras la jubilación.
La planificación financiera para la jubilación, según este enfoque, implica pues que los vehículos utilizados para ahorrar y girar dicho ahorro de manera productiva tengan en cuenta en la medida de lo posible, el objetivo final de complementar las prestaciones de la Seguridad Social para disfrutar de una jubilación sin apuros económicos. Sabiendo además que, con cierta probabilidad, podríamos acabar necesitando cuidados de larga duración u otros servicios propios de edades avanzadas a las que, con bastante mayor certidumbre llegaremos la gran mayoría de nosotros.
Naturalmente, en esta planificación de Ciclo Vital sería descabellado orientar todo nuestro esfuerzo financiero hacia la jubilación desde nuestra más tierna infancia laboral o profesional, ya que, hasta entonces, numerosas otras necesidades vitales (familia, vivienda, hijos, estudios de estos, viajes deseados) o contingencias inesperadas (enfermedad, percances económicos, accidentes) pueden requerir tirar de nuestros ahorros. Incluso si estuviésemos bien asegurados contra las contingencias mencionadas.
En escasas ocasiones, sin embargo, en estos ejercicios de planificación, se incluye como un elemento necesario, óptimamente estimado, el gasto en aseguramiento contra las contingencias antes mencionadas. Aseguramiento que, contra primas asequibles, evitaría enormes gastos futuros de materializarse los riesgos asegurados.
Menos aún se da el paso de dejar de considerar la jubilación como una simple bisagra en la línea vital, que nos abre paso al periodo de desacumulación, a considerarla como “la” variable de elección en el propio ejercicio de planificación que da sentido al mismo. Logrando de esta forma, que el valor del ejercicio completo dependa de la elección del momento (o el proceso) de la jubilación, de manera que se maximice el valor para el interesado.
Es obvio que las normas de todo sistema de jubilación (público, ocupacional o personal) deben determinar una edad mínima de jubilación, así como opciones de jubilación previa a la edad de referencia o legal de jubilación. Pero solo los sistemas más aberrantes (que los hay) determinan edades obligatorias para el ejercicio de lo que es no solo un derecho sino también una decisión personal, si bien sujeta a restricciones normativas y económicas.
En este marco, pocos asesores financieros reparan en que el mejor consejo que pueden dar a sus clientes es que elijan de manera óptima el momento o el proceso de su jubilación. Hay esquemas de jubilación flexible, parcial o compatible con la actividad laboral en casi todos los países y la tarea del asesor debería ser la de ayudar a su cliente a diseñar esa transición óptima que maximice el valor de su largo esfuerzo previsional. Muchos asesores se sorprenderían de ver los resultados tan fabulosos que se podrían obtener con esta metodología, incluso en entornos duraderos de tipos de interés ultra bajos.