Todo, o prácticamente todo, en la vida tiene un anverso y un reverso, y la escasez no es menos.
Un recurso cuando es escaso se valora muchísimo y es un aliciente a ser más productivos para utilizarlo de forma eficiente. Nos hará mejores y nos estimulará a buscar sustitutos del mismo, si los hay.
La abundancia nos llevará al proceso contrario, si no es al derroche puede llevarnos a la infravaloración. Ejemplo claro y evidente para los que tenemos cierta edad es el tiempo; de jóvenes es ilimitado y poco valioso, luego se invierte ese sentimiento y tendemos a ser más selectivos y cuidadosos en su utilización porque nos parece que nos falta.
Pero cuando algo que consideramos necesario es escaso, según nuestra percepción, podría producirnos una angustia y una presión que derivarán en una experiencia desagradable. Un plazo de entrega de un trabajo o un servicio, con tan sólo una diferencia de un día, puede hacer que la experiencia sea placentera y se disfrute la tarea o que sea angustioso y perturbador; aunque si no hubiese esa fecha de entrega, quizá no se terminase nunca el proyecto.
En el mundo animal, del que a veces nos olvidamos que somos parte, se ha comprobado que cuando los animales viven en espacios los que no hay o no disponen de los suficientes metros cuadrados, es decir, se da una cierta concentración o escasez de espacio vital, aquellos sufren estrés y tienen un comportamiento más nervioso y violento que acaba afectando negativamente a su calidad de vida
De igual forma, el mercado de trabajo en nuestro país -origen de muchos de nuestros problemas previsionales- produce ese mismo efecto cuando sufre de escasez. Esta se podría medir por la ratio entre ofertas (vacantes) y demandas de empleo. En el mundo anglosajón, con apenas desempleo, puede llegar a darse una ratio de vacantes y demandantes de empleo superior a 1, mientras en España, con ratios inferiores a 0,1 o muy inferiores incluso, en las peores fases recesivas, vivimos el desempleo entre la angustia de encontrar un trabajo y el miedo a perderlo, si es que ya lo tenemos, o a vernos obligados a aceptar un trabajo de peor calidad para no perder derechos adquiridos y conservar otros derechos asociados al empleo, aparte, naturalmente, del sueldo.
Análogamente, nuestra satisfacción con el nivel de ingresos aumenta según lo hacen estos, pero hasta una determinada cota por debajo de la cual consideramos que nuestros ingresos son escasos. Una vez que alcanzada esa cota de ingresos, que en EE UU suele estar alrededor de 50.000 dólares, un incremento adicional ya no nos produce tanta felicidad, o dicho de otra forma, ya no percibimos que estamos en una zona de escasez de ingresos y pasamos a valorarlos de distinta manera; ya no nos genera angustia no ganar más y nos y pasamos a preocupamos de otras “zonas de escasez” que percibimos con más intensidad. El efecto del veneno radica, a menudo, en la dosis.
Pues bien, si trasladamos estas percepciones y experiencias desde la vida laboral (cuando tenemos margen para mejorar las cosas) a la etapa de nuestra jubilación, quedarse corto de recursos en esa fase de la vida frente a necesidades financieras superiores, a veces sobrevenidas tras la jubilación, puede conllevar una apreciable pérdida de calidad de vida. El no poder disponer siquiera de una pequeña cantidad adicional de dinero recurrente puede llegar a producir un sentimiento de angustia más intenso que el que produce la satisfacción, más percibida a menudo, que vivida, de estar en una situación financiera saneada y sin la preocupación del “no me alcanza para llegar a fin de mes”.
Por eso, desde LoRIS, abogamos por la necesidad de constituir pequeños ahorros previsionales que permitan obtener estas rentas complementarias de jubilación, a ser posible vitalicias (junto a capitales contingentes, para afrontar cuidados de larga duración, idealmente).
Consideramos muy importante que más y más personas puedan tener un complemento de pensión o de rentas para su vejez, una vez jubilados y/o a edades avanzadas. Por modestas que sean estas rentas, pueden representar una utilidad futura enrome, aunque no seamos capaces de percibir esto en el momento presente. La correcta y adecuada planificación de ciclo vital, junto con las buenas decisiones, son fundamentales tal y como hemos venido recogiendo insistentemente en este blog desde que lo iniciamos.
La industria de las pensiones, aseguradores, mutualidades y entidades financieras, con el concurso de valiosísimo canal empresarial (empleadores) y/o profesional (Colegios, Mutualidades) para implementar las soluciones vinculadas a la actividad laboral, sirven a este propósito. La innovación en la oferta y el avance en los marcos conveniales, asociativos y regulatorios es la clave para la generalización del ahorro previsional.
La calidad de vida a edades avanzadas depende de nuestra salud física, mental y financiera. Cada uno de estos frentes se prepara y planifica y no conviene descuidar ninguno de ellos. Aunque no sepamos ponderar el futuro, basta con que aceptemos la simple constatación de que siempre nos sentiremos peor sufriendo la escasez que disfrutando de la abundancia.
Las alertas sobre la escasez no sirven para nada cuando ya estamos inmersos en situación y sin margen para reaccionar, pero son muy eficaces cuando la advertencia llega con suficiente antelación.