Al hablar de riesgos, los actuarios instintivamente nos situamos dentro de una categoría concreta, los shocks idiosincráticos. Estos afectan a ciertas personas en un momento concreto durante cierto tiempo. Pero es interesante prestar atención a otro tipo de shocks, los que los economistas definen como agregados; estos son los que afectan a todo el mundo simultáneamente. En los momentos actuales este último tipo es más que evidente y, como dice Andrés Velasco en su último articule en PS, los mercados privados no son capaces de aportar soluciones.
Los estados ejercen un papel de inmensas compañías de seguros, actuando ante los shocks agregados; nos aportan una red de seguridad que de otra forma sería imposible. Todos imaginamos fácilmente a una compañía de seguros privada recogiendo un coche averiado y llevándolo al taller para ser reparado, pero no vemos a una compañía publica prestando este servicio. Las compañías de seguros de salud sí que están mucho más cerca de este enfoque público privado, pero de forma complementaria o de respaldo. Durante los meses de marzo y abril, donde el COVID 19 presentó su pico de ingresos hospitalarios, período en el que el sistema publico de salud estuvo colapsado; el sistema de salud privado en su conjunto demostró que le era imposible aportar las soluciones necesarias, al menos con su diseño actual. Los reaseguradores se podrían considerar que están entre los agentes que mitigan ambos shocks idiosincráticos y agregados, pero sin llegar al nivel que juegan los gobiernos en caso catastrófico.
Solamente los estados son capaces de proveer soluciones ante shocks agregados, de forma puntual, para que el conjunto de la sociedad pueda ser atendido en sus necesidades derivadas de los mismos. No debemos dar por hecho que los gobiernos pueden solucionar cualquier situación, solo podrán hacerlo si cuentan con los recursos necesarios; el ejemplo de las catástrofes naturales del sudeste asiático, donde a igualdad de intensidad, Japón sufre cuantiosas pérdidas económicas y nulas o mínimas humanas, mientras que en los países con menos recursos, las pérdidas, especialmente las humanas, son mucho más elevadas.