Y no sólo desde el punto de previsional, lo que, en el fondo, parece obvio, aunque no lo sea (prever es anticiparse): Anticiparse sería muy buen consejo también en el plano tanto personal como profesional.
Anticiparse aporta numerosas ventajas. Por ejemplo, disponer del suficiente tiempo para pensar de forma calmada sin la presión de un plazo que se agota, evaluando el proceso e incluso ajustando o afinando las posibles decisiones que componen el camino hacia una decisión final. Y en el plano personal, por ejemplo, siempre es mucho más rentable haber preparado un viaje que no salir a la aventura sin haber hecho los mínimos preparativos: por dónde ir, si hay alguna gasolinera incluso tener a mano el número de asistencia un viaje seguro por si ocurre algo.
Pero este proceso también se aplica en otros aspectos de la vida; si no hemos anticipado una situación difícil dejando al azar cómo vamos a reaccionar de presentarse esta, afrontaremos muchos más problemas que si hubiésemos hecho el ejercicio de anticiparnos. Ya el mero hecho de habernos puesto en los pies de quien quiera que la sufriese, nos va a colocar con una gran ventaja cuando esa situación nos ocurra a nosotros ya que hay factores que no vamos a poder controlar cuando eso ocurra en la vida real si no estamos preparados.
Tomar decisiones con prisa o con presión, ya sea esta interna o externa, no es lo mismo que tomarlas en un entorno plácido en el que no tengamos nada que perder o el resultado de la decisión no nos afecte en absoluto, ya que, bajo presión, reaccionamos produciendo sustancias como la adrenalina que van a afectarnos negativamente, en la inmensa mayoría de los casos, en la calidad y el resultado de dichas decisiones. De igual manera, es mejor tener una respuesta o una estrategia clara y preparada de antemano en las diversas situaciones cotidianas, como una propuesta de suscripción a una revista que nos hacen repentinamente o una reclamación en un aeropuerto, para así poder reaccionar de forma decidida y acorde a nuestros intereses.
Si pasamos al plano previsional, en el que el corto plazo no existe y por tanto no percibimos esa inmediatez, es igualmente imprescindible realizar el ejercicio de la anticipación; aunque la línea temporal no sea de días o semanas (será de años) notaremos que el período de anticipación deberá ser incluso más extenso. Y necesitamos años para entender, para observar, para analizar y corregir las posibles decisiones dentro del abanico de opciones. Supongamos que la Seguridad Social decide modificar las condiciones para la jubilación, como es el caso de los trabajadores autónomos a los que el gobierno acaba de hacer una una propuesta de incrementar sus cuotas de cotización.
Reaccionar a esos cambios exige plazos de tiempo amplios, no se puede ahorrar lo mismo en menos tiempo. Es necesario un periodo para adaptarse y modificar hábitos de ahorro, de comportamiento entre otros. La toma de decisiones por parte de los afectados podría llegar a implicar cambios de trabajo incluso de orientación de carrera. No es lo mismo que los cambios de las reglas de la Seguridad Social se apliquen a los trabajadores de 50 años que a los de 30 años. Con 50 o más años se tiene mucho menos margen que cuando se es más joven. Durante esos años se pueden hacer muchas más cosas, especialmente tomar decisiones con más tiempo que afecten a ese futuro.
La anticipación se aplica también a la Previsión Social Complementaria. Cuanto más tiempo estemos ahorrando o invirtiendo para nuestra jubilación, más aprenderemos, mejor entenderemos cómo se comportan los productos elegidos, si queremos asumir más riesgo o menos, si nos sentimos cómodos o simplemente cómo funcionan estos mercados. Todo este aprendizaje es un proceso largo y necesita tiempo, y más si el ahorrador no se dedica profesionalmente a esta actividad
La gran clave previsional, por fin, es que cuanto antes, o en edades tempranas, iniciemos nuestra trayectoria. En periodos largos la magia del interés compuesto funciona admirablemente bien. Es decir, si se obtienen rendimientos y se revierten, como suelen hacer los fondos de acumulación, los fondos de pensiones y otros fondos de inversión, la reinversión del rendimiento o capitalización compuesta puede trabajar muy a nuestro favor. Esa es la razón por la que las inversiones más antiguas, las que han tenido mayor periodo de maduración, suelen ser las que aportan una mayor proporción del capital a largo plazo resultante de un ahorro periódico. El ahorro suficiente no se consigue normalmente a partir de los 50 años poniéndose frenéticamente a pedir consejos o a buscar asesoramiento de especialistas. Sólo se consigue con muchos años de anticipación, creando un hábito, dedicando tiempo a ocuparse y preocuparse por ello, no dejando las soluciones en manos de los demás o confiando en la suerte.