Nuestro sistema público de pensiones es de reparto: los trabajadores en activo aportan al sistema mediante cotizaciones sobre sus salarios los recursos necesarios para pagar las prestaciones de jubilación de los pensionistas actuales, algo que ellos también hicieron en su momento como trabajadores.
Nos encontramos con que la fuente de las cotizaciones, representada por el salario medio, ha crecido al 1,09% anual acumulativo desde 2008 hasta 2021. Por el contrario, la pensión media de jubilación del Régimen General ha crecido al 2,36% anual acumulativo en el mismo período. La pensión media de las altas de jubilación, por su parte, ha crecido al 1,35%, algo por encima de lo que han crecido los salarios medios y casi la mitad de lo que lo hicieron las pensiones medias.
Nos centramos en las pensiones de jubilación y en el Régimen General y no en todas las clases de pensión o todos los regímenes porque el objetivo en esta entrada del Blog de LoRIS es la “Tasa de Prestación” (Benefit Rate, en inglés), también denominada (impropiamente) “Tasa de Beneficio”. Obtenemos dos diferentes tasas de prestación, la de la pensión media de jubilación del Régimen General y la de las altas de jubilación de este mismo régimen en porcentaje del salario medio en cada año.
Como se puede apreciar en el gráfico siguiente, el primer indicador ha ido en aumento hasta 2020, mientras que el segundo ha aumentado hasta 2016. En la cola de las series representadas en el gráfico (2020-2021) se aprecia claramente el impacto de la Covid-19. Pero la clara caída de la tasa de prestación obtenida a partir de la pensión media de las altas de jubilación del Régimen General da que pensar.
Lo que está detrás de la caída de la tasa de reposición de la pensión de las altas a partir de 2015 es la jubilación de cohortes de trabajadores perjudicados por el descalabro laboral de los años 2008-2013, que han sufrido especialmente los trabajadores de edades cercanas a su jubilación. Un claro aviso sobre las consecuencias de la extensión de la precariedad laboral en las pensiones futuras. Pero la tasa de prestación del conjunto de las pensiones de jubilación del Régimen General sigue mostrando una fuerte inercia.
Por otra parte, la Covid-19 ha incidido de manera espectacular, y no precisamente negativa en la protección general de los asalariados que se jubilan, pues la razón de su alza en 2020 radica en la caída pronunciada del salario medio en este año, como también se aprecia en el gráfico siguiente.
En su conjunto, con las limitaciones que tienen estos indicadores obtenidos de agregados medios y no de casos tipo, las tasas de prestación representadas en el primer gráfico nos indican que el sistema de pensiones de seguridad social español, Covid-19 aparte, está siguiendo una deriva general de prestaciones crecientes en proporción al salario medio y también en absoluto. Pero, al mismo tiempo, nos muestra las consecuencias dinámicas de la precariedad laboral que, si bien se manifestó crudamente en los salarios medios entre 2009 y 2013, estallaría años más tarde (2016-2018) en forma de pensiones de jubilación (de las altas) en descenso. Un fenómeno que hay que seguir de cerca porque es una “bola de cristal”.
Estos indicadores, junto con la “Tasa de Sustitución” (Replacement Ratio, en inglés, o ratio entre la primera pensión y el salario previo a la jubilación para casos tipo) se suelen considerar como indicadores de la generosidad de un sistema de pensiones. Una tasa de prestación total y de las altas de pensión de jubilación del Régimen General del 75% y el 85%, respectivamente, son ciertamente generosas.
Hemos descrito las tasas de prestación medias, por supuesto, y ello oculta pensiones bajas y muy bajas, pero respecto a los salarios que las causaron aquellas siguen siendo elevadas, incluso más que las tasas medias que se han comentado en esta entrada, como es bien sabido.
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